Sin embargo, otros dirigentes religiosos se oponen rotundamente a dichos enlaces. “Nos perturba sobremanera la decisión [del obispo]”, señaló Cynthia Brust, portavoz del Concilio Anglicano Americano, integrado por episcopalianos conservadores. “Bendecir uniones homosexuales —añadió— contradice las claras doctrinas bíblicas sobre el matrimonio y la sexualidad, [...] [la cual] debe limitarse al hombre y la mujer unidos en santo matrimonio.”
La apasionada polémica sobre este particular no se circunscribe al ámbito religioso. Por todo el mundo se escuchan acalorados debates políticos, ya que están en juego importantísimas cuestiones sociales, políticas y económicas que abarcan aspectos tales como pensiones, cobertura médica del cónyuge e impuestos.
Los asuntos que implican derechos civiles y reconocimientos legales suelen ser muy complejos y tienden a dividir a la opinión pública. Además, los cristianos verdaderos evitan con mucho cuidado las discusiones políticas, pues desean mantenerse neutrales (Juan 17:16). Ahora bien, hay personas que, si bien respetan la Biblia, no saben qué opinar acerca de la homosexualidad y los casamientos entre personas del mismo sexo. ¿Qué piensa usted sobre los matrimonios homosexuales? ¿Cuál es el criterio divino acerca de la unión marital? ¿Cómo puede influir la actitud de uno en su relación con Dios?
El Creador establece la norma
Mucho antes de que los gobiernos decidieran promulgar leyes que regularan el matrimonio, nuestro Creador ya las había establecido. Dice el primer libro de la Biblia: “El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne” (Génesis 2:24). Con respecto a la palabra hebrea traducida como “esposa”, el Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo,de W. E. Vine, explica que “señala a cualquier persona del sexo femenino”. Más tarde, Jesús confirmó que los cónyuges tienen que ser “macho y hembra” (Mateo 19:4).
Por consiguiente, Dios estipuló que el matrimonio fuese una unión íntima de carácter permanente entre hombre y mujer. Ambos seres están diseñados para complementarse a fin de satisfacer mutuamente sus necesidades y deseos de orden emocional, espiritual y sexual.
La conocida historia bíblica de Sodoma y Gomorra revela el criterio divino acerca de la homosexualidad. Dios declaró: “El clamor de queja acerca de Sodoma y Gomorra es ciertamente fuerte, y su pecado es ciertamente muy grave” (Génesis 18:20). El grado de depravación al que habían llegado estas ciudades se manifestó cuando el justo Lot recibió a dos visitantes. “Los hombres de Sodoma [...] cercaron la casa, desde el muchacho hasta el viejo, toda la gente en una chusma. Y siguieron llamando a Lot y diciéndole: ‘¿Dónde están los hombres que entraron contigo esta noche? Sácanoslos para que tengamos ayuntamiento con ellos’.” (Génesis 19:4, 5.) Las Escrituras añaden que “los hombres de Sodoma eran malos, y eran pecadores en extremo contra Jehová” (Génesis 13:13).
Aquellos hombres “se encendieron violentamente en su lascivia unos para con otros, varones con varones” (Romanos 1:27). Habían “ido en pos de carne para uso contranatural” (Judas 7). En los países donde hay constantes campañas en pro de los derechos homosexuales, quizás haya quienes objeten a que se aplique el calificativo contranatural a la conducta homosexual. Pero ¿Acaso no es Dios el árbitro supremo en lo que respecta al orden natural? Pues bien, él dio este mandato a su pueblo: “No debes acostarte con un varón igual a como te acuestas con una mujer. Es cosa detestable” (Levítico 18:22).
Somos responsables ante Dios
La Biblia es muy clara: Dios no acepta ni pasa por alto las relaciones homosexuales. Lo mismo ocurre con las personas que “aprueban a quienes las practican” (Romanos 1:32, Nueva Versión Internacional). Y el que se celebre un “matrimonio gay” no las convierte en algo decente. Dios requiere que “el matrimonio sea honorable entre todos”, lo que excluye las uniones homosexuales, que él encuentra detestables (Hebreos 13:4).
Con la ayuda divina es posible que las personas “se abstengan de la fornicación” —término que incluye los actos homosexuales— y sepan “tomar posesión de su propio vaso en santificación y honra” (1 Tesalonicenses 4:3, 4). Hay que reconocer que no siempre es fácil. Gerardo, quien llevó un estilo de vida homosexual, dijo: “Creía que no iba a poder cambiar nunca”. Pero lo hizo, ayudado por “el espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11). Gerardo comprobó que para Jehová no hay problemas insuperables. En efecto, Dios puede darnos la fuerza y la ayuda que precisamos para atenernos a sus preceptos y así recibir su bendición (Salmo 46:1).
Articulo tomado de la página Oficial de la Watchtower